viernes, 28 de mayo de 2010

Argumentación, Buen Humor, Idiotez y Ortografía

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María del Carmen Cadena Roa
Miguel Angel Gutiérrez E.
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El diablo es la arrogancia del espíritu,
la fe sin sonrisa, la verdad jamás
tocada por la duda.

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.Alineación al centro
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Quizá el tema principal de la maravillosa obra El nombre de la rosa de don Umberto Eco es la risa, o más que ésta el humor, que es uno de los mayores misterios de la vida. Todo el merequetengue de la novela se desata en torno a la presunta existencia de un ejemplar de La Comedia de Aristóteles, que hubiera sido el complemento de equilibrio a La Tragedia del mismo autor, en tanto que ésta utiliza como materia prima la piedad y el miedo mientras que aquélla recurre al placer o al ridículo: ambas, por igual —Aristóteles era fanático del equilibrio entre opuestos—, tienen la finalidad última de conducir al receptor a la catarsis o purificación.

El humor es uno de los más refinados dones de la inteligencia y, pese a que hay que insistir en su naturaleza misteriosa, existen claves para acceder a él: siempre nace de la asimilación fina de los hechos, tanto de lo mejor como de lo peor, recurriendo a la sorpresa (a través de la presentación de engaños, imposibles, cosas antinaturales, lo inoportuno, lo inconsecuente, la desvalorización, la incongruencia o la mímesis) o a los equívocos (palabras parecidas para cosas distintas y viceversa, locuacidad, reiteración, juegos lingüísticos, errores de lenguaje).

Sería difícil, aunque no descabellado, demostrar que la risa es la finalidad del ser humano; pero es innegable que la risa sí constituye un pináculo.

Lo que llama la atención, sin embargo, es que la risa, provista de argumentos, es una arma poderosísima. Puede disminuir la sacralidad de cualquier cosa o el miedo hacia cualquier sujeto, emanciparnos de cualquier vínculo o provocar —como lo hace a menudo— que los simples se destruyan a sí mismos debido a su propia estupidez. La risa puede purificar pasiones a través de la representación del defecto (reconocer el mal para no padecerlo) y redimir lo alto a través de la concepción de lo bajo. La risa fomenta o disminuye la duda y nos ayuda a reconstruir en la propia mente los pensamientos del otro. Los chistes y juegos de palabras pueden ser instrumentos para descubrir mejor la verdad.

Para navegar por la vida, pues, una persona de conocimiento debe aprender a oponer la risa contra la seriedad o viceversa: eso se logra en buena medida con inteligencia y sensibilidad, pero también con el conocimiento de la argumentación.






El equívoco se constituye con frecuencia en un error de argumentación y/o en una falacia de ambigüedad, por razones fáciles de comprender. La hilaridad no es, empero, la consecuencia única de un equívoco: a menudo puede volverse en contra de quien lo produce.

Cabe señalar que con suma frecuencia, en la vida diaria, los equívocos están relacionados con los errores ortográficos, que a su vez nos orillan a errores de conceptualización que suelen desembocar en errores prácticos o técnicos, que nos alejan de los fines que queremos alcanzar. Veamos un caso:

«San Francisco de Asís era un ejemplo de frugalidad y sencillez: comía como vestia y dormía sobre una vieja. estera la vida del santo!»

El texto intenta argumentar que el santo Francisco de Asís era ejemplar debido a la sencillez de sus hábitos: sin embargo, debido a los errores de escritura, se produce un equívoco que puede dar a entender que su vida era sencilla porque se limitaba a comer como un animal salvaje («bestia») y llevar una vida sexual desenfrenada («dormía sobre una vieja»). Además, el sustantivo «estera» puede confundirse con la forma demostrativa «Esta era», debido a errores de puntuación. El argumento debería quedar así:

«San Francisco de Asís era un ejemplo de frugalidad y sencillez: comía como vestía (o ‘comía con la misma simplicidad con que vestía’) y dormía sobre una vieja estera. ¡La vida del santo!»

La claridad, como se comprenderá, es uno de los valores más apreciados por los lógicos por ser una condición indispensable para lograr el rigor científico que sólo la lógica exige y puede dar a través de sus distintos elementos. Una coma mal usada puede hacer que un abogado pierda un juicio o que una persona se ofenda. Otro caso ilustrativo puede ser el siguiente:

Julio Cortázar escribió: 'La coma, esa puerta giratoria del pensamiento'. Lea y analice la siguiente frase;

«Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda»

Si usted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra mujer. Si usted es varón, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra tiene.

Considérese también el motivo de hilaridad en los siguientes casos reales:

· «La sociología no es una ciencia pese a que sus métodos son vastos» versus «Aunque dices estar en desacuerdo con la afirmación de que la sociología no es una ciencia, me das la razón porque afirmas que los métodos de la sociología son bastos».

· «El esfuerzo que has realizado te llevará a la cima» versus «El esfuerzo que has realizado te llevará a la sima».

· «Si trabajaran los empleados» versus «Sí trabajarán los empleados».

· «Para proceder sin error, deberá hacer lo que indiqué» versus «Para proceder sin error, deberá hacer lo que indique».

· En alguna parte de la Edad Media se decretaron nulos los bautizos hechos in nomine patris et filiae, no porque los sacerdotes fueran herejes, sino porque no sabían latín.

· Quien afirme «ser devoto de la virgen Maria» es hereje.

· Sufragio efectivo no, reelección versus Sufragio efectivo, no reelección.


En contextos como el debate, el diálogo o alguna discusión se requiere, más que un argumento, argumentar. Esto implica con frecuencia que sea necesario precisar términos a fin de lograr entender con claridad la propuesta del otro. A veces, la clarificación de términos es una exigencia del «contrincante», pues el uso de la ambigüedad es una argucia para ganar la argumentación «a la mala».

De lo anterior podemos desprender también que una característica innegable de la persona educada es la capacidad de expresar sus pensamientos con exactitud. Eso es tan cierto como decir que vivimos en un mundo donde un argumento puede pesar tanto como la realidad. Más allá, sin embargo, nos encontramos con que escribir ortográficamente es también un compromiso ético, toda vez que el lenguaje nos relaciona con las personas que lo comparten. Por si esto fuera poco, debe considerarse como un verdadero peligro dejar que los demás adivinen lo que quisimos expresar, ya que no sólo crea dudas sobre nuestra cultura, capacidad profesional e inteligencia, sino por que nadie está obligado a adivinar lo que hemos querido expresar.

Con base en lo anterior y finalmente, vale la pena reflexionar sobre la idiotez y la ortografía. La palabra «idiota» se refiere, en su sentido original, a un individuo que se desentiende de los demás. Así la usaron grandes personajes como San Agustín, Dostoievski o Salvador Dalí. Para la reflexión propuesta dejaremos simplemente una pregunta: ¿Qué podría pensarse, por ejemplo, de un profesionista que después de 20 años de estudio (desde el jardín de niños hasta la titulación) nunca aprendió a escribir correctamente?











REFERENCIAS

· Álamo, Javier. Los 140 tipos de personas reconocidas por el Derecho Mexicano. Editorial Porrúa. México, 2000.
· Atienza, Manuel. Las razones del Derecho. Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM. Serie Doctrina Jurídica, Núm. 134. México, 2005.
· Cadena Roa, Mª del Carmen y Gutiérrez Estupiñán, Miguel Angel. Falacias de inatinencia. UNAM, 2010.
· Eco, Umberto. Il nome della rosa. Gruppo editoriale Fabbri, Bompiani, Sonzogno, Etas. SpA, Milano, 1980.
· Herrrera Ibáñez, Alejandro; Torres, José Alfredo. Falacias. Torres Asociados, México, 1994.

IMÁGENES:
· Benda. W.H. Collier.
· Alphonse Mucha.


Mari Carmen Cadena Roa:

Miguel Angel Gutiérrez:

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